Continuando con la #malmonague
experience que vivimos
Seren y yo durante unos días en septiembre, y que ya os adelanté en un
post anterior, hoy toca el turno de hablar de
Copenhague, o
Kobenhavn. El día 9 habíamos llegado a Malmö, y para cruzar el charco y llegar hasta Dinamarca, el día 10 por la mañana cogimos el tren desde Malmö C. (o Central Stationen de Malmö) que lleva por el puente de
Örensund hasta Copenhague. El precio fue de 105 SEK (unos 12,35 €) por persona. Comprar los tickets nos resultó bastante fácil, ya que dentro de la estación hay numerosas máquinas para su compra que ofrecen información en sueco y en inglés, y el pago puede realizarse tanto en metálico como con tarjeta. Por cierto, en general en ambas ciudades puedes pagar en casi todos sitios (o al menos en todos los locales a los que nosotras entramos) con tarjeta de crédito o débito.
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A la izquierda, la estación central |
Antes de coger el tren fuimos a preguntar a la oficina de información que hay enfrente de la estación, y allí un jovencito sueco muy agradable y muy guapo nos dio un mapa de la ciudad y nos aclaró qué tren era el que teníamos que coger: Örensundtåg, que sale por el andén 1 o el 2 y que es de color gris. ¡Imposible perdernos!
El puente de Örensund
El problema de cruzar Örensund en tren es que se pierden muchos detalles de las fabulosas vistas, ya que los hierros del puente las tapan y además los cristales del vagón no estaban nada limpios; aun así, me quedé fascinada al ver cómo cruzábamos el mar y cómo al fondo en medio del agua había unos molinos de viento.
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No sé si podéis ver los molinos al fondo |
Si optáis por este transporte para ir de una ciudad a otra, fijaos bien en qué vagón entráis porque nosotras sin darnos cuenta nos metimos en el de Primera Clase, a mí me dio la sensación de que no estaba muy bien indicado y que es fácil confundirse. Además, hay unos vagones con un cartelito de
silencio en los que tengo entendido que no puedes hablar ni hacer ruido, al menos eso leí en internet antes del viaje (solo vi el cartel y la verdad es que parece que es así).
También se puede cruzar el puente en autobús: la línea es la 999, sale un poco más económico pero los horarios son más limitados.
Se tardan unos 30 minutos en llegar a Copenhague, en donde el tren hace varias paradas: el aeropuerto (
Kastrup), la estación central (Kobenhavns H.), Norreport, Østerport... Nosotras nos bajamos en la estación de Norreport, bastante céntrica, que era la que más cerca nos quedaba para llegar hasta el hotel.
Bicicletas everywhere
Nada más salir a la calle, lo primero que vimos fue un montón de andamios, con respecto a esto la verdad es que tuvimos mala suerte porque había bastantes zonas de obras en la ciudad. Pero aparte de eso, lo que más me llamó la atención fue la cantidad de gente que había por la calle y las numerosas bicicletas que transitaban por allí. De hecho, he de decir que en Copenhague hay mucha cultura de la bicicleta, la ciudad está llena de parkings-bici y de carriles bici muy transitados, lo cual reduce la circulación de coches: para ser capital hay muy poco tráfico. Y ya que he sacado el tema de las bicicletas, como anécdota os puedo contar que mentalmente elaboré un lista tonta de diversas formas de morir en Copenhague, y la primera de ellas era arrollada por una bicicleta; me explico: no se cuál será su código vial, pero parece que los ciclistas tienen prioridad sobre cualquier otro vehículo o peatón. Verdad verdadera. En numerosas ocasiones estuvimos a punto de ser arrolladas por alguna bici mientras cruzábamos
correctamente por algún paso. Eso sí: siempre van por su carril, no verás ningún ciclista circular por la acera.
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Curioso parking-bici en una zona residencial |
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Bicis de alquiler con su mapita de la ciudad |
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Bicicletas aparcadas en medio de la calle, muy típico |
Hostal Generator
Nos alojamos en el
Generator Hostel, situado en la calle Adelgade, lo cual, por cierto, nos resultó gracioso a la par de anecdótico ya que el hotel de Malmö estaba en la calle Adelgatan... Por fuera el hotel parece muy moderno, colorido y
chic, pero por dentro es como un laberinto con un montón de habitaciones repartidas por 6 plantas, para acceder al ascensor y a la habitación te dan una tarjeta, y para el desayuno (si lo tienes contratado) te facilitan unas fichas verdes que parecen de parque de atracciones. Es importante que sepáis sobre este hostal que muchas de las habitaciones carecen de baño propio, hay que utilizar los comunitarios, y las que sí lo tienen, el baño es un cubículo en el que la ducha no está separada del váter y el lavabo. Además, en general las habitaciones son pequeñas y no tienen armario sino un pequeño perchero. Otra cosa a tener en cuenta: durante los 4 días que estuvimos allí no nos hicieron la habitación en ningún momento, solo pasaron el segundo día a vaciar la papelera y reponer papel de váter.
Por lo demás, el hotel esta bien, hay que tener en cuenta que en principio solo se está allí para dormir, y la habitación por lo menos estaba bastante limpia cuando llegamos. Las pegas que le pondría son que la recepcionista era muy seca, que no te explican muy bien qué hacer con las fichas del desayuno (tienes que entregarlas en una barra que hay al fondo y te dan una bandeja para el bufé), que no te hacen la habitación (espero que haya un mínimo de días para que suban a arreglarla, porque si te quedas dos semanas...), que la ducha no está separada del resto del baño y que la señal de wifi no es muy buena (aunque al menos es gratuita).
Tiendas "hacia abajo"
Otra cosa que nos llamó la atención es que muchas tiendas están en el subsuelo, es decir, tienes que bajar unas escaleras para acceder a ellas. Hasta ahí bien, el problema es que si no vas con cien ojos mientras caminas corres el riesgo de caer por las escaleras, ya que muchos de estos locales no tienen barandilla o algún tipo de muro que te lo impida (otra forma de morir en Copenhague, por cierto).
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Cuidadín con las caídas |
Oh, my God, ¡qué precios!
Otro detalle que tenéis que tener muy presente si viajáis tanto a Copenhague como a cualquier ciudad nórdica son los precios elevados, para poneros un ejemplo os puedo decir que el precio medio de un café con leche en la calle era de 30 DKK (unos 4€) y eso tirando por lo bajo, por eso yo intentaba tomarlo en el MCDonald's, donde costaba 19 DKK (2,55€), lo más barato que encontré, y a veces me los compraba envasados en un supermercado que había cerca del hotel, donde costaba 8,95 DKK (1,20€) el Capuccino o el Kafe Latte.
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Cafés "Moreno", los mejores del mundo entero |
Sí, ya sé que también hay un plátano en la foto, eso es porque por allí comen muchos plátanos y muchas manzanas, así que no pude evitar que me entrara la gula y participara de este sano vicio. En general, los daneses parecen llevar una dieta bastante equilibrada, de hecho apenas ves una persona gorda por la calle, lo cual me llamó la atención, eso y el que apenas hay panaderías; supongo que no existe el culto a la bollería industrial como aquí. Lo que sí tienen es una infinidad de panes de diversos tipos, sobre todo de cereales.
Al grano: ¿qué vimos?
Esto me lo reservo para la próxima entrada, ya que no quiero hacer un testamento de este post.